La lección


Hace días volví a toparme con el brillo de tus ojos y el corazón me pidió aire para mirarlos. Siento que el águila que llevas dentro se ha hecho aún más fuerte desde que estás al otro lado.  Tal y cómo tú dijiste, estás aquí conmigo, por eso hoy quiero compartir nuestra historia. No sé si lograré sacarla del borrador, pero voy a intentarlo.

Vienen a buscarme. Hay un nuevo herido y debo acudir a su llamada. Se trata de un gran guerrero que aún postrado sostiene su lanza en la mano. Me explica que no atacará, solo intenta defenderse de ELA.
 Arrodillada a su lado busco la salida de su llaga. Es profunda y tiene mal aspecto. Los suyos me cuentan que hace tiempo que cayó herido y que él conoce su posición en el tablero. Lo miro y suspiramos juntos,  me alivia saberle conocedor de su destino.
Un gran águila planea sobre nosotros hasta posarse a su lado. Él sonríe y empieza a hablar con mi mente, como ya apenas hacen los humanos. Entonces entro en sus ojos y me muestra la humildad de su espíritu, me guía hasta su corazón y prepara allí un té para mis manos. Pronto llegan más animales y todos encuentran su lugar alrededor del fuego. Es un sitio tranquilo, nadie diría que estamos en un campo de batalla.
Sin previo aviso una burbuja estalla en nuestro mar de calma y la  fuerte sacudida me lanza fuera tratando de apartarme de su lado. Juntos vencemos la embestida y, una vez a salvo, tomo mi decisión: lucharé con él hasta dónde su honor lo permita.
Y así empieza la aventura, cada día avanzo serena hasta la cumbre donde se resguarda. La herida no curará, pero eso no cambia nada.
Al llegar esta mañana siento que en la noche lidió una dura batalla pues su espíritu vaga, aún agitado, buscando salida a la emboscada.
Aún así, saluda con una sonrisa, ELA todavía le permite las muecas, pero los que hablan son sus ojos. Avanzo unos pasos y tomo su cuerpo de guerrero marchito. El veneno del enemigo ha dejado sus piernas rígidas, pero con la magia de otros le muestro cómo romper el hechizo, entonces su alma toma mi mano y juntos viajamos hacia la realidad de esta tierra. Sus ojos de águila me muestran lo enferma que vive esta esfera y su corazón de guerrero me empuja a comprometerme, a jurar lealtad a mi espíritu, a permanecer siempre alerta y luchar por la esencia. Y con ese juramento él hace otro a mi favor: Jura acompañarme desde el otro lado.
Y así comienza la despedida. Cerramos un capítulo compartiendo plano. Nos tomamos las manos y el guerrero derrama algunas lágrimas. Yo lo abrazo. Él quisiera abrazarme, pero ELA no le deja. Encuentro al hombre dentro del guerrero y su verdad y la mía quedan selladas en el universo.
Me vuelvo hacia su gente, su guardia nunca lo abandona. Noche y día el refugio está lleno de ojos limpios sin corazas que lo cuidan. Aprendo de ellos. Comienzo a entender el sentido de lealtad y amor incondicional que respiran esta tribu, el amor que domina y vence frente al abismo, sacrificado y aún así celebrado y aplaudido. El amor más limpio y generoso: el respeto leal y absoluto hacia su guerrero.
Y esa noche celebra el guerrero su partida. Haciendo gala del valor más humilde.
Su legado permanece a este lado, grabado con fuerza en el corazón de todos los que le compartimos. Marcha sonriente, regalándonos a todos sus últimos suspiros.

Era humano, con carácter y seguro que algún rincón sombrío. Pero para mi fue luz en un pasaje oscuro y así le recuerdo y le describo.
A Daniel Mateo Martinez y a toda su tribu ;-)

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