No sé, quería pensar en escrito y punto.


Imagen de Frank Winkler Pixabay

Tenía unos retales sueltos de varios días y me he animado a unirlos porque aquí escribo lo que me da la real gana que para eso el blog es mío 😉

Creo que voy a empezar con la parte chunga de haber estado enamorada 💔

No importa cuántas veces te lo hayan dicho o cómo de claro lo hayas visto en breves episodios de sensatez. Cuando estás enamorada hay una fuerza interna que te mantiene en ese lugar que nadie más entiende o, peor aún,  que te hace volver a la rueda de la jaula y repetir patrones hasta que entiendas lo que haya que entender y salgas por la puerta que siempre estuvo abierta.

Tu amor propio de vez en cuando te agarra por los hombros y te sacude gritando: -¿qué mierda estás haciendo? ¡vámonos de aquí!-. Pero tu ego prefiere fantasear haciéndote creer que un día esa persona dará un paso que lo cambiará todo y comeréis perdices veganas cuando os dé la gana; Hasta que abres los ojos y te ves dentro de la rueda donde nada ha cambiado porque ella no quiere que cambie.

¿Alguna vez os han dicho que vuestro problema es que tenéis demasiada fe en que la gente cambie? A mí sí (claro, si no para qué iba a mencionarlo) y jode un montón. Es como que te digan que eres la princesa del reino de la ingenuidad (hater de las princesas, pero el papel de reina es para señoras y, yo, me niego a serlo). A mí lo que me pasa es que equivoco "el potencial de evolución" con la necesidad -o ganas- que tenga una persona de hacer cambios para convertirse en alguien "mejor" (las comillas encuadran a esta palabra para avisar de su alto grado de subjetividad).  

En realidad, solo se trata de esa creencia (ampliamente compartida) de que venimos a esta vida a "evolucionar" y de que, para poder hacerlo, hay que desenterrar lo que huele mal en el jardín. Y como a mí, aparte del verde, me gusta mucho el mar y no sé quedarme quieta viendo peces en la orilla, animo a otros a bucear profundo para que encuentren sus tesoros (léase traumitas y otras mierdecitas guardadas en la psique). Pero es solo una forma de entender la vida. Ya he rellenado los formularios para reencarnarme en ameba en la próxima.  Pero en esta, aún sigo con mis rollos...

En realidad, la gente ES y punto. O bueno, espera, mentira, la gente intenta SER y la mayoría de las veces a lo que aspira es a SER algo que no son. 

El miedo al rechazo y al abandono son tan grandes que somos capaces de disfrazarnos para convertirnos en aquello que creemos es el ideal del otro. Nuestro autoconcepto se pierde entonces entre capas de nebulosa y acabamos en crisis sin tener ni pajorera idea de quién somos realmente, de qué es lo que verdaderamente nos gusta o incluso de qué y cómo pensamos. Y esto último es especialmente interesante cuando nos aferramos a las ideas de lo que nos gustaba o pensábamos en el pasado.

 Personalmente, he experimentado un gustirrinín profundo cuando me he dado cuenta de que cada vez defiendo con menos vehemencia (a veces agresividad camuflada) muchas de las causas que, en otro tiempo, me hacían tener broncas. No es que haya dejado de creer en esos valores. Es que no permito que su defensa estropee momentos más valiosos. Se vive mucho más tranquila cuando revisas periódicamente tu lista de prioridades y mueves las fichas sabiendo que son tuyas y que lo de aferrarse y defender es para los que necesitan pelea. 

Y bastante pelea tenemos ya. Una parte de la frustración grande que rige ahora el planeta nace de la dificultad para moverse y permitirse cambiar. Y esta dificultad viene de los "soy" que repetimos toda la vida. Con cada "soy" te identificas atándote las manos, impidiéndote sentir, pensar o actuar de otra manera. Esa puñetera etiqueta te impide salir de ese cajón y explorar otras posibilidades de ser, estar y padecer. Y... ¡otro tip!: si la identificación es muy fuerte es posible que, además de frenarlo, esconda un deseo inconsciente de "ser la otra cosa". 

La vida me enseña cada día a bailar, a moverme entre posiciones, entre grises y ser capaz de entender lo que sienten los que las habitan y elegir, según las circunstancias (léase lo que siento) dónde y para qué quiero estar ahí (sabiendo que no es mí lugar, sino tan solo el que elijo ocupar en ese momento).

Y, con este pensamiento y sin grandes pretensiones, aquí lo dejo. Trataré de vivir y dejar vivir. Hasta que me toque ser ameba.

Sonia


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